La importancia de enseñar

Muchos son los que estudian magisterio, los que eligen el camino de la enseñanza.
Pocos, los que realmente tienen vocación.

No es una buena nota la que decide la calidad de la persona que está detrás de ella. No. Lo que importa son las ganas, el entusiasmo, el amor por aprender de los niños, empaparte de sus sonrisas pero también de sus llantos. 

Ser maestra o maestro es acariciar el alma de un niño o niña.

Seguir al niño, ser su guía en el aprendizaje, en el salto hacia la vida. Creer en sus posibilidades, dando igual si tiene una edad u otra. No comparar, cada uno tiene unas huellas diferentes, ayúdale a que las suyas se marquen bien en el suelo. Disfrutar enseñando pero también aprendiendo. 

La educación no es siempre un camino de rosas. Recuerda que éstas, bellas, también tienen espinas. Por ello, es muy importante no soltarles de la mano hasta que estén preparados. Cuando lo estén, tenla siempre cerca, por si necesita tan sólo rozarla, saber que estás ahí cuando se caiga. Sí, se caerá, igual que sigues haciéndolo tú.

El niño, la niña, son personas. 
Recuerda siempre preguntarles qué quieren, cómo ven ellos el mundo y cómo a sí mismos. Ellos y sólo ellos decidirán el camino a tomar, también cuando son pequeños. 

Un buen maestro, una buena maestra, es mucho más que  tener un título colgado en la pared.
En ocasiones, la sociedad no nos da la oportunidad para dedicarnos a la enseñanza...o cuando lo hace, no es lo que esperábamos. 

Los espacios son importantísimos, al igual que la comunicación con las familias. Para el pequeño/a o no tan pequeño/a es importante que aquellos que le ayudaron a forjar su personalidad vayan de la mano. Si no, será como una silla a la que le cortas una pata: si te sientas, te caes.

No mates al niño o a la niña que llevas dentro, será la única forma en la que tendrás la empatía para acercarte a ellos /as.




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